jueves, 16 de diciembre de 2010

Carta del Jefe Seatlle

El Gran Jefe Blanco de Wáshington nos envia el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras. El Gran Jefe nos envia también palabras de amistad y de buena voluntad. Algo muy amable por su parte, pues sabemos que él no necesita de nuestra amistad. Sin embargo nosotros meditaremos su oferta, pues sabemos que si no vendemos vendrán seguramente hombres blancos armados y nos quitarán nuestras tierras. ¿pero cómo es posible compar o vender el cielo o el calor de la tierra?. No comprendemos estas ideas si no somos dueños de la frescura del aire ni del reflejo del agua. ¿Cómo podríamos comprarlos o venderlos?, pero tomaremos una decisión el gran jefe de Wáshington podrá confiar en lo que diga el jefe Seattle con tanta seguridad como la que pueda tener en el transcurrir de las estaciones del año.... Mis palabras son como las estrellas, nunca tienen ocaso.

Cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante aguja de un pino, cada grano de arena de las playas, cada gota de rocío de los sombríos bosques, cada calvero, el zumbido de cada insecto, todos son sagrados en la memoria y en la experiencia de mi pueblo. La savia que asciende por los árboles lleva consigo el recuerdo de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra donde nacieron cuando parten para vagar entre las estrellas. En cambio nuestros muertos no olvidan jamás esta tierra maravillosa, pues ella es nuestra madre. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas, el venado, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Las cumbres rocosas, los prados húmedos, el calor del cuerpo de los potros y de los hombres, todos somos de la misma familia

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